Amar con vehemencia



Será que preciso seguir sobreviviendo refugiada en tus recuerdos. Amarte con tal vehemencia es el único consuelo de mi suplicio. No me hallo bien en ninguna parte e irónicamente estoy cómoda en todos.
Empiezo a creer que los seres humanos somos juguetes de fuerzas misteriosas y contrarias. Como el amor y el odio, la paz y el desorden. Somos además caprichosos y complejos y en muchas circunstancias culpables declarados de nuestra realidad.

Sucumbimos ante las tentaciones como los niños que desesperan a la vista de sus distracciones. No discernimos y nos dejamos llevar por la corriente del azar, como perfectos autómatas. ¿Por qué no cundir nuestros pensamientos de ventura y sosegados perfiles? ¿Por qué permitimos que las trivialidades nos manejen a su antojo? Adulamos aquello que no es censurado, pretendiendo con esto convertirlo en un privilegio y disfrutarlo sin sentir culpa alguna. Es tarde, cuando nos percatamos del error y arrepentidos rogamos retroceder al preámbulo de nuestra vida.
Nuestras emociones son las mejores señales de advertencias. El temor, el verdadero temor se siente en el fondo del alma y sincroniza armoniosamente con nuestra piel.
La pasión, por razón alguna es tan independiente que el amor y el cuerpo quedan poseídos instantáneamente. Defenderse no es la reacción más próxima.
Somos humanos y el fundamento aquí es aprender. Fracasar y triunfar. Pero el más exquisito momento se da cuando te levantas y limpias tus heridas.

Indudablemente no pretendo pintar un mundo perfecto, visualizo dos extremos en él y me aferro a uno mientras sea necesario.
Si fracaso entonces consuelo a mi futuro saboreando la lección aprendida. Si triunfo será razón para fortalecerme en caso resbale la próxima.
Labrar el camino no es fácil, sin amor, sin esperanzas y sobre todo planes, resultará imposible. Amamos por el bien de nuestro espíritu, nos aferramos a las esperanzas para darnos confianza y por último planeamos con el deseo oculto de ser eternos……

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